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¿Por qué la Doma Vaquera es la madre de todas las domas?

No hay caballos sin defectos

Sumisión, impulsión, y colocación del caballo; Juan Llamas nos enseña lo que nuestros caballos nos muestran con sus orejas. La boca y la lengua. La espuma. Los dientes rechinan. La cabeza y el cuello. La cruz y la espalda. El dorso y el riñón. La “culata”. La cola. Las cojeras. “Cuesta abajo” y “cuesta arriba”. El carácter. El método. Colocación, impulsión y sumisión.

SUMISIÓN, IMPULSIÓN Y COLOCACIÓN DEL CABALLO

Las orejas

Pueden indicarnos bastantes cosas. Cuando el caballo “guiña” o “amusga” sus orejas, escondiéndolas hacia atrás, lo hace por desconfianza o por hostilidad, antes de morder o cocear. A muchos garrochistas les encanta que el caballo guiñe las orejas –sin esconderlas- en el momento de “soltar”, es decir, cuando la garrocha empuja la penca del becerro, que debe estar “enhilado, más que atravesado”, como quería D. Antonio Miura. Para ellos es la señal de que el caballo se quiere “comer” con rabia al becerro.

Algún caballo las lleva gachas, lo que suele ser señal de abatimiento, de falta de condición física. Otros las mueven en cualquier dirección, compulsivamente. Pueden indicar un carácter nervioso y hasta una mala visión, intentando suplir con el oído lo que no consiguen con la vista.

A los españoles nos gustó siempre el caballo con orejas “de buena vela”, paralelas y apuntando hacia adelante, signo de que está despierto, atento a todo y con confianza en sí mismo y en su jinete.

La boca y la lengua

Baltasar de Irurzun, en 1786, hacía buenas observaciones sobre la boca en el lenguaje lacónico que se estilaba entonces:

“Cuando la lengua es muy gruesa monta sobre los asientos, impide la masticación y la buena salivación, debilita el efecto del bocado y hace insensible el apoyo de la mano de la brida. Otras dos cosas feas se hallan en la lengua, y son cuando marchando el bruto la saca por uno u otro lado fuera de la boca, o la pasa por encima de la embocadura”.

La causa puede ser el dolor producido por la mano dura del jinete o un bocado inadecuado, y también por un nerviosismo exagerado del caballo.

Los caballos suelen sacar la lengua hacia el lado que giran para aliviarse de la presión de la embocadura en el asiento de ese lado. La mejor solución, aunque lleva tiempo, es compensar esa presión con el aumento de tensión en la otra rienda. Esa es la “lengua pendiente”, que se queda quieta, a diferencia de la “lengua serpentina” que no par a de moverse. Ésta suele darse en caballos nerviosos rehusando un contacto que el jinete ha hecho incorrecto.

La colocación de la lengua por encima de la embocadura es un vicio grave, que proviene en la mayoría de los casos de una doma precipitada.

Hay que volver a empezar, realizando con método aquellos ejercicios donde observamos que se acusa más este defecto. Mientras tanto podemos apretar más la cadenilla o el perrillo, aunque sin llegar a producir pinzamientos en las comisuras de los labios.

Juan Llamas

 

La espuma

La espuma aparece con la actividad de las glándulas parótidas, producida por la cesión de mandíbula. Ha y diferentes tipos de espuma, más líquida o más densa, aunque siempre es el resultado de una boca “fresca” que no se agarra al bocado y cuyas mandíbulas están en movimiento. En cambio, la boca “seca” delata una boca insensible a la mano del jinete, que promete malos resultados en la doma, aunque hay caballos de boca dócil que no requieren ejercicios de flexiones de mandíbula.

Con frecuencia hay más espuma a un lado de la boca que al otro. Depende del contacto. Hay más espuma donde la rienda actúa con más tensión en el lado más rígido, y menos en el lado más flexible.

Los dientes rechinan

Hay un rechinar, un crujir violento, como cascando nueces, con el caballo abriendo la boca y guiñando las orejas. Indica que el caballo se rebela contra el jinete, negándose a un contacto adecuado. Es una falta grave, que impide al caballo trabajar correctamente.

Y hay también un crujir suave, con la boca cerrada y buena producción de saliva. Las mandíbulas se mueven muy poco, tan poco que casi lo notamos más por el oído que por la vista. Es un suave “claqueteo” que se oye con agrado. Es una falta muy leve, pues el caballo acepta de buena gana el bocado y obedece sin resistencias.

La cabeza y el cuello

La unión de cabeza y cuello es importante. La depresión que debe existir a ambos lados, entre las mandíbulas y el cuello, marca la zona donde se alojan las glándulas parótidas, productor as de la saliva. Esa depresión casi no existe en los caballos del Norte, pero no falta en los cruzados de inglés o árabe, y tampoco en los purasangres, empleados mayoritariamente en Doma Vaquera. Permite realizar con tanta facilidad las flexiones laterales que muchas veces las incurvaciones son excesivas.

Si la garganta del caballo está descargada, la colocación vertical de la cabeza no debe presentar problemas. En cambio, una garganta cargada induce al caballo a “despapar”. Estos caballos “estrelleros” no son fáciles de dominar porque nunca están en la mano. Además, tienen otro inconveniente: respiran con dificultad si les forzamos la colocación.

Los cuellos largos y delgados necesitan ayudas de riendas demasiado evidentes, y los cuellos cortos y gruesos carecen de elasticidad, se encogen y se estiran difícilmente y ayudan poco o nada en las transiciones, que precisan variaciones del centro de gravedad.

Juan Llamas

La cruz y la espalda

La cruz recibe también –como en el toro- la denominación de agujas, porque las primeras vértebras dorsales son muy espinosas y sobresalen hacia arriba. El nombre de cruz es muy antiguo, de cuando los caballos de capas claras primitivas –castaños claros y bayos– tenían “raya de mulo” sobre la columna vertebral y “raya cruzada” sobre las espaldas. La buena cruz de un caballo galopador debe ser destacada y debe estar retrasada. En ella se van a implantar unos músculos que proporcionarán una gran elasticidad al cuello y flexibilidad a las espaldas.

Las regiones del caballo están relacionadas unas con otras. La cruz adelantada da un dorso largo y espaldas cortas y verticales, y la cruz retrasada suele ir acompañada de un cuello largo, dorso corto y espaldas que tienden a la horizontalidad. El peso del jinete queda más atrás y el caballo podrá mover con soltura y menos esfuerzo todo su tercio anterior.

El dorso y el riñón

El dorso debe ser recto y horizontal. El dorso “de camello” o “de carpa” es el mejor para llevar peso, aunque es muy molesto para el jinete porque no amortigua los impactos de los cascos sobre el suelo. El dorso “ensillado” da comodidad, pero impide la transmisión de la fuerza que viene del tercio posterior.

El riñón o lomo debe ser corto y musculado, enlazado con la línea de la grupa. Los riñones “descosidos” por falta de musculatura, presentan un ángulo en su unión con la grupa.

Hay quien cree que toda la columna vertebral del caballo puede incurvarse. Realmente el caballo carece de la flexibilidad que tienen en su columna vertebral muchísimos cuadrúpedos, sobre todo los depreda dores. Gracias a ella un galgo puede correr a más velocidad que un caballo. Éste sólo tiene flexibilidad entre la última vértebra dorsal y la primera lumbar, y también entre las tres primeras lumbares. La conexión entre las vértebras se realiza a través de los discos intervertebrales, que con la edad se van acortando y hasta osificando, hasta el punto que pueden llegar a soldarse en los caballos viejos.

Las incurvaciones ganan con círculos, vueltas y ejercicios similares, y la columna mejora su flexibilidad longitudinal con variaciones de velocidad a los tres aires, así como con el paso atrás y la salida adelante.

Juan Llamas

La “culata”

En la buena culata, es decir, en las nalgas, los muslos continúan unidos hacia abajo, haciendo corto el perineo. La culata aumenta de volumen –y por tanto de fuerza– con la castración. Casi todos los caballos de Vaquera están capados, lo que tiene ventajas añadidas. Podrían soltarse entre las yeguas en el prado, y su instinto adormecido de macho les hace distraerse menos a la hora de trabajar.

“A la edad de un año y medio a dos –es decir, cuando “descuelgue” o “despelote”– el potro se capará sin dilación para que pueda adquirir la figura de las yeguas que no han parido, porque la de los enteros y la de los capados grandes es desproporcionada por lo grueso de su cuello y estrecho de sus ancas, y así se ve que corren poco y resisten menos. No es tan malo dejarlos enteros cuando ya están formados, pues nada adelantan en agilidad y pierden su gallardía”.

La cola

Irurzun decía: “Hay caballos que llevan mal la cola; la tuercen a uno u otro lado, o rabean y descubren el sieso u orificio”. Esa agitación continua del maslo es un signo de inquietud o de malestar en su columna vertebral. Si el rabeo es continuo a lo largo de todos los trabajos, debemos comprobar si el jinete hace un uso constante de la espuela porque con frecuencia los defectos son causa de la mala cabeza del jinete, a veces más bruto que el caballo. Sobre esto hay una adivinanza clásica en el Arma de Caballería:

–¿En qué se diferencia un capitán de un caballo?

–En la mirada inteligente del animal.

Las cojeras

Más de una vez los caballos pueden dar la impresión de cojos sin estarlo. Una silla demasiado grande puede estar presionándoles las espaldas, o una mano dura e inquieta les hace perder la regularidad en los trancos. Pero hay caballos que salen cojos de verdad, y deben eliminarse en cuanto el Presidente de Jurado lo detecte.

La mejor manera es fijarse en la cabeza, Irurzun explicaba:

El caballo que coxea señala los tiempos con la cabeza, y apoya pronto y firmemente la mano o el pie de que no se siente para aliviar el remo lastimado”.

“Cuesta abajo” y “cuesta arriba”

El caballo “cuesta abajo” tiene el centro de gravedad adelantado, al tener la grupa más alta que la cruz. Su tercio posterior soporta menos peso. Galopará más rápido y tendrá facilidad para los cambios de pie. Si está “cuesta arriba”, con la cruz más alta que la grupa, puede hacer mejor las vueltas y las medias vueltas, el passage y el piaffé.

El carácter

El carácter del caballo es fundamental en Doma Vaquera. Tiene que ser valiente, noble y obediente, porque ha de someterse a los riesgos que los toros presentan cada día. Y tiene que gozar de un excelente equilibrio psíquico, tener buena cabeza, porque debe pasar en un instante de una situación de extrema violencia a salir andando sin nervios, totalmente relajado, con su mosquero marcando el compás. No es fácil ser torbellino y remanso, remanso y torbellino.

El orden normal de los ejercicios en la pista comienza con el paso y sigue con el galope. Terminando con los ejercicios más violentos. Es mejor para la mayoría de los caballos que están muy “cerca de sangre”.

Algunos están faltos de temperamento, y para evitar que comiencen sus trabajos sin chispa y sin nervio, más de un jinete comienza con el galope.

Un caballo con buen temple es una joya. Cualquier aficionado lo detecta, vive con fruición sus movimientos y se deleita cuando sale de la pista con un paso vivo y relajado.

Juan Llamas

El método

Todas estas observaciones ayudan a entender por qué el caballo trabaja de tal o cual manera, y por qué realiza unos ejercicios con más soltura que otros.

De todas formas, el jinete, a lo largo de la doma, ha podido arreglar muchas cosas si ha trabajado sin prisas y con método. Francisco Pasqual dejó escritas unas palabras de oro:

“El método suave es el que vence todas las dificultades, no el desordenado trabajo que practican muchos”.

No se debe empezar a montarlo antes de los tres años y medio, cuando el caballo tiene completamente desarrollados huesos, músculos, ligamentos y tendones. En Viena emplean unos tres años en completar la educación de un caballo. Los dos primeros empiezan con unos seis meses de trabajo a la cuerda y continúan durante año y medio montándolo en ejercicios sin complicación, aunque afirmándolo en ir derecho, en vueltas y círculos, en transiciones, en buenas salidas a los tres aires y en trabajos en dos pistas. Esa es la equitación secundaria, que forja los cimientos de un buen contacto de boca, de rectitud, de flexibilidad y musculación, avanzando en el camino hacia la reunión y la ligereza.

Luego, en el año restante, se lleva al caballo a la cima de la equitación superior. Aquí se corre más y casi siempre las incorrecciones son fruto de la impaciencia.

Colocación, impulsión y sumisión

La Doma Vaquera, la madre de todas las domas, puede presumir de ser muy vieja. En cuanto a colocación Pedro de Aguilar, en 1572, escribía que el caballo debe ir “con el rostro recogido y no despapado”. Hoy día no vemos en las pistas caballos despapando, aunque los abocinados, con la cabeza detrás de la vertical, forman legión. Están denunciando con su postura un hierro excesivo, una mano dura o una falta de impulsión, y con frecuencia las tres cosas a la vez. Se liberan del bocado para evitar un contacto que les resulta doloroso. Otros son “teclosos” de la boca por las mismas causas o por problemas en los asientos.

En cuanto a la impulsión, creo que para los límites que tiene este libro ya se ha tratado con anterioridad.

El General L’Hotte encerraba la equitación en tres palabras: “Tranquilo, derecho, adelante”. Otros autores añaden más cualidades, pero en cualquier caso es difícil encerrarla en pocas palabras.

He dejado para el final de este capítulo la sumisión, término que equivale a la obediencia, y que podría definirse como la ausencia absoluta de cualquier defensa y hasta de cualquier falta de voluntad. Joaquín Olivera comentaba que en la Doma Vaquera la sumisión está rozando la humillación, pues el caballo debe obedecer sin vacilación la menor indicación del jinete. Debe ser así, porque en el campo, entre toros bravos, la vida de los dos está en juego…

Por eso Albrecht fue tan categórico: “La sumisión es el más importante de todos los fines buscados en la doma del caballo”.

Texto y fotos: La Doma Vaquera Actual de Juan Llamas editado por Grupo Lettera, S.L.

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