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Diario de un domador (Parte 3)

Vigesimoprimer día

Descanso.

Vigesimosegundo día

Por la mañana como el decimoctavo día, por la tarde como el día decimonoveno, mi ayudante está lejos del potro mientras lo manejo yo solo, lo llevo hacia la izquierda y hacia la derecha.

Vigesimotercer día

Lo mismo que el vigesimosegundo día. Por la tarde sin mi ayudante, y sin descomponerse da giros a la izquierda y a la derecha. Hago este ejercicio de la manera más suave posible, si el potro fuera muy fogoso, conviene ponerle un filete de goma, pues los asientos hay que cuidarlos como oro en paño, si mi ayudante tiene que estar más tiempo, no importa, no es tiempo perdido, el caso es hacerlo bien.

Vigesimocuarto día

Todos estos días por la mañana, mi ayudante se ha colgado de los estribos, hablando y acariciando al potro. Va siendo hora de montarlo.

Vigesimoquinto día

Empiezo por las flexiones solo con el filete, durante 10 minutos, el potro las hace bien. Le doy cuerda a ambos lados 15 minutos, con la montura y el filete sin mando. Le levanto las cuatro patas, pues hay que herrar pronto.

Por la tarde, le doy la lección con las riendas largas, y en vez del cinchuelo de volteo, le paso las riendas por los estribos.

Las riendas largas tocan al potro por todas partes, al principio se asusta y tira alguna patada, pero enseguida se acostumbra. Al final le cambiamos las riendas largas por unas normales, le pongo el serretón y se monta mi ayudante.

Primero lo llevo del cabestro corto, después voy alargando poco a poco, hasta meterlo en el círculo donde normalmente da cuerda, siempre al paso, hasta que el potro está tranquilo. Con la doma de riendas largas el potro admite la embocadura y el jinete empieza a usar las ayudas para el paso. No me puedo descuidar, ya que llevo la cuerda, aunque el jinete, entre las flexiones y las riendas largas, lo puede dominar torciéndole la cara, siempre hacia el lado de dentro, pues si torciera la cara al lado contrario haría contraposición, facilitándole al potro la defensa.

Vigesimosexto día

Repito lo mismo que el día anterior.

Vigesimoséptimo día

Descanso.

Vigesimoctavo día

Herramos. Quedo con el herrador por la tarde, así por la mañana tengo tiempo de dar cuerda a un trote ligero, hasta que veo que empieza a cansarse, intento hacer el ejercicio que peor ejecute.

Por la tarde se hierra, procuro que sea en un sitio conocido para él. Algunas veces está más tranquilo solo y otras acompañado de un caballo domado y tranquilo atado cerca (es conveniente fumigar bien, para que no le molesten las moscas).

CONTINUARÁ…

Texto: Gregorio Moreno Pidal – Libro editado por Lettera «Doma de Campo» / Fotos: Redacción

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